Jesse “Bam” Rodríguez volvió a dejar claro por qué es uno de los nombres más temidos del boxeo actual. En el Ford Center de Frisco, Texas, el joven zurdo de 25 años ofreció una clase magistral ante Phumelele Cafu y se proclamó campeón unificado del peso supermosca (WBC y WBO) tras una victoria por knockout técnico en el décimo asalto. Fue su quinta corona en solo ocho combates, la confirmación de un talento que parece no tener techo.
El combate comenzó como tantos otros en la carrera de Rodríguez: con control. Desde el primer tañido de campana, el estadounidense cerró espacios, arrinconó a su rival y ejecutó su plan con precisión de cirujano. Cafu, valiente y prometedor campeón sudafricano, apenas tuvo margen para mostrar su boxeo. El jab de “Bam” marcaba el ritmo, alternando con ganchos al cuerpo que, con el paso de los asaltos, se convirtieron en dagas invisibles que minaban la resistencia del africano.
Rodríguez no necesitó prisas. Supo cocinar su victoria a fuego lento, presionando sin precipitarse, seleccionando los golpes con una madurez impropia de su edad. Cada intento de reacción de Cafu era respondido con combinaciones limpias, precisas, castigadoras. Incluso en el cuarto asalto, cuando Cafu mostró su mejor versión, la respuesta de “Bam” fue inmediata: más presión, más volumen, más contundencia.
Con el paso de los minutos, el combate se convirtió en un monólogo. Cafu buscaba aire y espacio. Rodríguez le negaba ambos. Y cuando llegaba algún golpe aislado del africano, el estadounidense lo absorbía con el aplomo de los elegidos y respondía con ráfagas que combinaban técnica, potencia y una lectura perfecta del momento.
En el décimo asalto llegó el desenlace esperado. Una derecha al cuerpo dobló a Cafu. Fue el principio del fin. Rodríguez lo vio claro y fue a por todo. La esquina sudafricana, impotente ante la avalancha, tiró la toalla cuando restaban menos de un minuto en el asalto. El árbitro Héctor Afu certificó la victoria mientras la grada celebraba otra actuación memorable de su nuevo ídolo.
Con esta victoria, Jesse Rodríguez mejora su récord a 22-0 con 15 nocauts y se posiciona como el gran nombre de la categoría. No solo por los títulos, sino por la forma en que los consigue. Cafu, por su parte, cierra su particular cuento de hadas tras arrebatar el título de la WBO a Kosei Tanaka en octubre pasado. Su segunda salida internacional resultó un muro demasiado alto.
“Esta ha sido probablemente mi mejor actuación hasta ahora”, declaró Rodríguez tras el combate. Y es difícil no estar de acuerdo. Su dominio fue total, su ejecución perfecta, su ambición intacta.
Ahora, en el horizonte se vislumbra un duelo aún más grande: el esperado choque contra el campeón WBA Fernando “Pumita” Martínez, pactado para el 22 de noviembre en Arabia Saudí dentro del evento Ring IV: Night of Champions. Si logra también esa hazaña, nadie podrá discutir su inclusión en el trono del libra por libra.
Por el momento, Rodríguez ya se sienta entre los grandes. Su nombre, su estilo, su impacto. Lo que hace no es simplemente boxear. Es construir una leyenda. Asalto a asalto. Título a título. Golpe a golpe.
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