Antonio Vargas aprendió a boxear antes de aprender a escribir bien su nombre. Nació en Houston en 1996, pero fue en Kissimmee, Florida, donde dio sus primeros pasos en el ring. Su historia personal es la mezcla de dos mundos. Su padre es puertorriqueño. Su madre, mexicana. Su estilo refleja esas raíces: técnica, garra y corazón.

A los nueve años ya lanzaba golpes con guantes más grandes que sus brazos. De adolescente, fue uno de los mejores del país. Sumó más de 120 victorias como amateur. En 2015 ganó el oro en los Juegos Panamericanos. Un año después, representó a Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de Río.

Tras su etapa amateur, debutó como profesional en 2017. El inicio fue prometedor. Pero en 2019 llegó una derrota por nocaut que lo obligó a frenar. Durante casi dos años se alejó del ring. Trabajó en un almacén y pensó en dejarlo.

Volvió convencido. “Quiero dejar un legado para mis hijos”, dijo entonces. Esa motivación fue su motor. Desde su regreso, encadenó victorias. En diciembre de 2024 ganó el título interino WBA del peso gallo tras vencer a Winston Guerrero.

Meses más tarde, en mayo de 2025, la WBA lo elevó a campeón mundial oficial, tras declararse inactivo a Seiya Tsutsumi. Vargas, sin pelear desde diciembre, se convirtió en monarca absoluto. Y ahora llega la hora de defender el trono.

El 30 de julio, Antonio Vargas peleará en Yokohama, Japón, ante Daigo Higa. Será su primera defensa mundialista. Y lo hará como visitante, en terreno desconocido y ante un excampeón del mundo.

Higa es conocido por su potencia. Tiene 19 nocauts en 21 victorias. Fue campeón del peso mosca y pelea con intensidad desde la primera campana. En febrero empató con Tsutsumi, el excampeón, en una pelea cerrada.

Vargas llega con un récord de 19-1-1. Ha ganado sus últimas seis peleas. Se considera un boxeador más completo. Menos explosivo, pero más inteligente. Confía en su preparación, su movilidad y su lectura del combate.

Las apuestas lo dan como no favorito. Higa pelea en casa. Tiene más poder en los puños. Pero Vargas no se inmuta. Dice que la presión no lo asusta. Y que viaja con una sola idea: volver con el cinturón a Estados Unidos.

La pelea será clave. Para él, para su legado, y para saber si su sueño olímpico puede transformarse en una carrera consolidada como campeón. Aquel niño que empezó a boxear con nueve años ahora entra al ring con un mundo por ganar.

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