El boxeo mexicano tiene un nuevo nombre en letras grandes: Eduardo “Sugar” Núñez. El pasado mes de mayo, en Japón, silenció a miles de aficionados japoneses y derrotó a Masanori Rikiishi para proclamarse campeón mundial superpluma de la IBF. No fue un nocaut fulminante, como en tantas de sus victorias anteriores, sino una lección de resistencia y constancia en 12 asaltos. Fue la coronación de un hombre que ha hecho del sacrificio un estilo de vida.
Ahora, apenas unos meses después, llega la prueba más simbólica. Núñez defenderá su corona en Los Mochis, su ciudad natal, el próximo 6 de septiembre. En el mismo lugar donde creció y dio sus primeros pasos como boxeador, peleará con la presión y el orgullo de tener a su gente en las gradas. Para muchos campeones, la defensa en casa es la más difícil: no hay mayor juez que los tuyos.
El rival será Christopher “Pitufo” Díaz, un puertorriqueño de 30 años que ha vivido noches grandes aunque nunca logró convertirse en campeón. Se ha medido con figuras de la talla de Emanuel Navarrete, Shakur Stevenson e Isaac Dogboe. No ganó aquellas batallas, pero en todas mostró valentía. Su récord de 30-5 con 19 nocauts lo define como un boxeador curtido, peligroso si encuentra la distancia adecuada y motivado por la que podría ser su última oportunidad mundialista.
La pelea, además, tiene el condimento de siempre: México contra Puerto Rico. Dos países que han dado guerras memorables en el ring y que vuelven a cruzarse por un cinturón mundial. Para los aficionados, eso significa una garantía de intensidad y orgullo.
Núñez llega con un registro de 28 victorias, 27 por nocaut y una sola derrota. La estadística asusta: más del 90% de sus rivales no llegaron a escuchar la campana final. Su estilo es agresivo, busca siempre el frente, pero también ha aprendido a administrar su energía y a mantener la calma en los momentos críticos. En Japón lo demostró: supo ganar a los puntos, resistir y controlar el ritmo.
En la previa, el sinaloense habló con claridad sobre lo que significa este reto. “Sé que aún me queda mucho camino; apenas estamos empezando. Mi objetivo es ser un ídolo. Gracias a Dios somos campeones del mundo. Quiero mantenerlo, incluso conquistar otras categorías y dar un buen ejemplo a los niños y a toda la gente”, dijo.
También reconoció la seriedad de este momento: “Agradezco el apoyo, pero somos conscientes del compromiso. Hay que dejar de lado lo social y trabajar duro. Esto hay que tomarlo con responsabilidad”. Y cerró con una promesa: “Estamos trabajando para dar un gran show, conseguir una victoria para México. Un boxeador mexicano se identifica como un guerrero, con sueños, con metas y, sobre todo, con muchos bemoles”.
La velada del 6 de septiembre en Los Mochis no será solo una defensa de título. Será una prueba de carácter para un campeón que quiere construir un legado, que sueña con marcar a la siguiente generación y que sabe que cada defensa puede ser el inicio de una era. Eduardo Núñez ya es campeón, pero ahora busca ser leyenda.
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