Por más que Sonny Liston intentara escapar de su destino, su vida estuvo marcada por la violencia, el miedo y el misterio. Desde los campos de algodón de Arkansas hasta la cima del boxeo mundial, su trayectoria fue un torbellino de triunfos y desgracias. Un reflejo de la brutalidad del deporte y del mundo que lo rodeaba. Como en las mejores novelas negras, su final sigue lleno de incógnitas.
Charles Sonny Liston nació en una pobreza extrema, en una fecha que ni él mismo conocía con certeza. Su infancia transcurrió en una plantación de Arkansas, con un padre que lo golpeaba sin piedad y sin escuela a la que acudir. Antes de cumplir diez años, ya trabajaba en los campos, forjando unos brazos que algún día infundirían terror en el ring.
Buscando una salida, Liston se hundió en la delincuencia en St. Louis. Fue arrestado por robo a mano armada y enviado a la Penitenciaría Estatal de Misuri. Allí su historia cambió. Un capellán le enseñó a boxear. Lo que empezó como disciplina dentro de la cárcel se convirtió pronto en su salvación.
En 1953, tras obtener la libertad condicional, se lanzó al boxeo profesional. Su pegada era demoledora. Su presencia, intimidante. Ascendió sin freno hasta 1962, cuando noqueó a Floyd Patterson en el primer asalto. Se convirtió en campeón mundial de los pesos pesados. El hombre más temido del momento.
Pero su éxito cargaba con un pasado turbio. Se sabía que tenía vínculos con el crimen organizado, lo que le impidió ganarse al público. La prensa lo pintaba como un villano. Frío. Inaccesible. Su propia historia le pasaba factura.
El 25 de febrero de 1964 se cruzó con un joven Cassius Clay (Muhammad Ali). Contra todo pronóstico, Liston abandonó en el séptimo asalto por una lesión en el hombro. La revancha, en 1965, fue aún más polémica. Cayó en el primer asalto por un golpe que nadie vio, el famoso “golpe fantasma”. Aquellas derrotas, sumadas a sus problemas fuera del ring, lo condenaron al ostracismo. Aunque siguió peleando, su estrella se apagó.
Su final quedó rodeado de misterio.
El 5 de enero de 1971, su esposa Geraldine lo encontró muerto en su casa de Las Vegas. La versión oficial habló de una sobredosis de heroína, pero pocos la creyeron. La escena tenía demasiadas inconsistencias. Liston odiaba las agujas. Jamás mostró señales de ser un consumidor habitual. No apareció ninguna jeringa cerca del cadáver, algo extraño en una sobredosis.
Las teorías se multiplicaron. Algunos creen que fue asesinado por la mafia. Se decía que tenía deudas con quienes controlaban el negocio del boxeo en la sombra. Y que su negativa a amañar combates selló su destino. Según esta versión, le habrían inyectado heroína para simular la sobredosis y tapar cualquier pista.
Otra hipótesis apunta a un ajuste de cuentas relacionado con apuestas ilegales. En aquella época, Las Vegas estaba plagada de mafias. Se especula que Liston pudo saber demasiado sobre arreglos de peleas, y alguien prefirió silenciarlo antes de que hablara.
Incluso hay quien señala a la propia policía de Las Vegas. Se dice que Liston tuvo problemas con agentes corruptos que lo consideraban una amenaza. Su historial criminal y sus lazos con la mafia lo convertían en un blanco fácil.
Tampoco faltan teorías más simples. Algunos piensan que fue un accidente. Que, aunque no era consumidor habitual, podría haber probado la heroína por primera vez sin medir su potencia real. Su vida desordenada, su desesperación por volver a ser relevante, quizá lo llevaron a arriesgar más de la cuenta.
Lo único cierto es que la verdad sobre la muerte de Sonny Liston nunca se aclaró del todo. Oficialmente sigue siendo un caso abierto. Una muerte con más preguntas que respuestas.
Liston murió como vivió: rodeado de sombras. Su historia sigue siendo un enigma. Una advertencia sobre los peligros de la gloria. Y un recordatorio de que, a veces, ni la fuerza más brutal logra escapar de su propio destino.
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