Frankie Edgar siempre fue más grande de lo que aparentaba. Con poco más de 1,68 de estatura y un físico menudo para los estándares de la UFC, construyó una carrera a contracorriente. Fue campeón del mundo en el peso ligero cuando nadie lo imaginaba, resistió guerras memorables en distintas divisiones y se ganó un lugar en el Salón de la Fama. Su última imagen en el octágono, en noviembre de 2022, parecía definitiva: derrotado por Chris Gutiérrez y con tres nocauts seguidos que invitaban al retiro. Pero Edgar nunca ha sido un luchador común.
Casi tres años después de aquella noche en Nueva York, el hombre al que llamaban “The Answer” ha decidido volver. No lo hará en la UFC ni en las artes marciales mixtas, sino en un terreno nuevo: el Bare Knuckle Fighting Championship (BKFC). El próximo 4 de octubre, en el Prudential Center de Newark, peleará sin guantes frente a otro viejo conocido, Jimmie Rivera, en lo que será el primer evento de BKFC en Nueva Jersey. Para Edgar, será pelear en casa.
La vida después del octágono
Tras su retiro, Edgar no desapareció del todo. Abrió un gimnasio, comenzó un podcast y se convirtió en una voz autorizada del deporte. A sus 43 años, parecía cómodo en ese rol de leyenda retirada, disfrutando de la familia y de un legado intocable. Pero el instinto competitivo seguía ahí. El mismo que lo empujó a no rendirse ante rivales más grandes, el que le permitió resistir peleas imposibles contra nombres como B.J. Penn, Benson Henderson o José Aldo. Ahora ese instinto lo devuelve a un escenario distinto, donde el bare-knuckle le ofrece un reto físico y emocional.
Una noche cargada de nostalgia
La velada de Newark no girará solo en torno a Edgar. El evento estará encabezado por Mike Perry contra Jeremy Stephens, una pelea por el título simbólico de “King of Violence”. Sin embargo, el regreso de “The Answer” tiene un peso distinto. No es solo otro combate: es la vuelta de un icono que quiere sentir, una vez más, lo que significa pelear ante su gente.
La historia de Frankie Edgar siempre fue la del hombre que parecía pequeño en un mundo de gigantes. El que desafiaba la lógica y convertía cada pelea en una lección de resistencia y orgullo. Ahora, con el rostro marcado por los años y la experiencia, vuelve para probar que aún queda algo de fuego. El 4 de octubre, en Newark, volverá a escuchar su nombre coreado. Y, gane o pierda, será otra página de una carrera que nunca deja de sorprender.
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