Deontay Wilder vuelve al cuadrilátero con más preguntas que certezas. Este viernes, el excampeón mundial de los pesos pesados peleará en Wichita (Kansas) ante Tyrrell Herndon. Lo hará después de encadenar dos derrotas consecutivas en veladas de alto perfil organizadas en Arabia Saudí. El púgil de Alabama necesita ganar. No solo para volver a sentirse boxeador. También para demostrar que su carrera aún no ha terminado.
Wilder fue, durante años, el rostro del boxeo estadounidense. Conquistó el título mundial del WBC en 2015. Fue el primer campeón pesado de Estados Unidos en casi una década. Lo defendió en diez ocasiones. Su pegada era temida. Ganaba con una sola mano. Y esa mano derecha, durante mucho tiempo, pareció infalible.
Su récord aún impresiona: 43 victorias, 42 por nocaut. Solo tres derrotas. Pero dos de ellas fueron recientes. En diciembre de 2023 perdió por decisión ante Joseph Parker. En junio de 2024 fue noqueado por Zhilei Zhang. Ambas peleas tuvieron lugar en Arabia Saudí. Ambas dejaron dudas sobre su condición física y su motivación.
El regreso de Wilder se produce en un contexto diferente. Esta vez no hay millones en juego. Tampoco focos globales. Es una velada modesta. Una cita que, para muchos, sería irrelevante. Pero para Wilder es vital. Porque si no gana, el camino se termina. Y si gana, puede aspirar a más.
El rival será Tyrrell Herndon. Un boxeador con cinco derrotas y sin grandes victorias en su historial. Es un combate pensado para que Wilder recupere confianza. Para que encuentre sensaciones. Para que, si la pegada sigue ahí, vuelva a hacer daño. Nadie espera una guerra. Se espera un nocaut rápido.
El objetivo está claro. Wilder quiere volver a los grandes escenarios. Sueña con peleas millonarias. Habla de nombres como Anthony Joshua o Francis Ngannou. Incluso se ha especulado con una posible bajada a la categoría bridgerweight. Pero nada de eso será posible si falla este viernes.
Muchos han sugerido su retirada. Tyson Fury, con quien compartió una trilogía histórica, ha sido uno de los más críticos. También leyendas del boxeo han mostrado preocupación. Dicen que Wilder ya no es el mismo. Que la pegada no basta. Que el tiempo ha pasado.
Él no lo cree así. Se siente fuerte. Se entrena duro. Y quiere demostrar que sigue siendo uno de los grandes pesos pesados de su generación. Su entrenador, Malik Scott, asegura que está listo. Que lo que veremos será una nueva versión. Más calculadora. Menos salvaje. Pero igual de peligrosa.
Wilder no necesita ganar para tener legado. Ya lo tiene. Fue campeón. Llenó estadios. Dio espectáculo. Cayó y se levantó. Pero sí necesita esta victoria para seguir siendo parte de la conversación. Para optar a un último gran combate. Para cerrar su carrera como él quiere, y no como dictan los demás.
El viernes puede ser solo una pelea más. O puede ser el primer paso de un último ascenso. Todo depende del resultado. Y de lo que quede aún en sus puños. Deontay Wilder regresa. Y con él, regresa también una última esperanza.
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