El York Hall volvió a rugir con historia este viernes. Entre cánticos, banderas y el eco del viejo boxeo inglés, George Liddard dio un golpe sobre la mesa y detuvo a Kieron Conway en el décimo asalto para proclamarse campeón británico del peso medio.

El joven de 23 años, criado en el gimnasio de Tony Sims, no solo ganó: convenció. Su actuación fue una declaración de intenciones en una categoría repleta de talento. Desde el primer asalto, marcó la distancia con un jab punzante y un ritmo que Conway nunca pudo controlar. Cada golpe de Liddard parecía amplificado por la grada del mítico recinto londinense, donde el público se volcó con su nuevo ídolo.

Conway, seis años mayor y con más experiencia, intentó frenar el ímpetu del aspirante. En el cuarto asalto conectó una izquierda que pareció enfriar el entusiasmo del joven, pero Liddard respondió con frialdad y precisión. Los sucesivos rounds mostraron que el castigo fue acumulándose: su jab abría camino, los ganchos al cuerpo vaciaban el tanque de Conway y el ojo derecho del campeón comenzó a cerrarse.

El noveno episodio, la pelea se inclinó definitivamente. Liddard conectó un golpe bajo no sancionado que obligó a Conway a doblarse de dolor. El árbitro Mark Bates permitió la continuidad, y Liddard aprovechó para aumentar la presión. La esquina del campeón, viendo el deterioro de su púgil, arrojó la toalla a los 49 segundos del décimo asalto, pese a la visible frustración de Conway.

El gesto final fue simbólico: Liddard subido a las cuerdas, sonriendo ante un York Hall que rugía de orgullo. En apenas trece combates profesionales (13-0, 8 KOs), el joven londinense ha pasado de promesa a campeón, y lo ha hecho con una mezcla de técnica, carisma y agresividad que recuerda a los grandes campeones británicos.

Shannon Ryan también brilló en el York Hall

En la misma noche, Shannon Ryan también tuvo su momento de gloria. La supermosca londinense venció por decisión unánime (40-36) a Chloe Watson, en un combate interrumpido por el severo daño en el ojo izquierdo de su rival. Ryan (10-1-1) mostró potencia, control y determinación en su actuación más completa hasta la fecha.

Liddard y Ryan salieron del York Hall con algo más que un cinturón o una victoria: con el respeto del público y la certeza de que el boxeo británico tiene futuro. Una noche que recordó que, en esos pequeños templos donde el sudor y la historia se mezclan, las leyendas comienzan a escribirse.

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