Hamzah Sheeraz no necesitó más que un asalto brillante para cambiar su carrera. La pelea contra Edgar Berlanga había sido plana hasta el cuarto. Luego, vino la tormenta. Dos caídas, un vendaval de golpes y una declaración contundente: Sheeraz ha llegado a los supermedianos para quedarse.
Durante los tres primeros asaltos, el combate parecía destinado al olvido. Sheeraz boxeaba con su jab, controlando con su largo alcance. Berlanga intentaba acortar distancia, sin éxito. Todo apuntaba a una decisión cerrada, sin brillo. Pero en el cuarto asalto, el británico explotó.
Berlanga bajó la guardia tras lanzar un uppercut y Hamzah Sheeraz lo castigó con una izquierda precisa que lo congeló en seco. Lo que siguió fue una ráfaga de ganchos. Izquierda-derecha-izquierda, todos con potencia, todos al blanco. Berlanga cayó. Se levantó. Cayó de nuevo tras otra combinación. Volvió a ponerse en pie, pero estaba herido, confuso y tambaleante.
El árbitro no detuvo la pelea. La campana salvó a Berlanga… por un minuto más. Porque en el inicio del quinto asalto, Sheeraz volvió a golpear y esta vez no hubo salvación. Un 1-2 seco, directo, limpio. Berlanga ya no estaba. El árbitro intervino para protegerlo de sí mismo.
Fue un final demoledor. Y simbólico. Berlanga, que una vez fue conocido por su racha de nocauts en el primer asalto, ahora caía por primera vez en su carrera. Y con contundente facilidad.
“Juro que hoy no había nadie que pudiera detenerme”, dijo Sheeraz tras la pelea. Reconoció las críticas tras su empate con Carlos Adames, y aseguró que ese revuelo solo lo hizo “más hambriento”.
Con esta victoria, Hamzah Sheeraz, ahora con récord de 22-0-1 (18 KO), emerge como una figura seria en las 168 libras. Ya se le menciona como rival de nombres grandes. Incluso Canelo Álvarez. A sus 26 años, y con su físico imponente, también podría escalar a los semipesados. Y si alguien duda de su nivel, basta con volver a ver ese cuarto asalto.
Berlanga, por su parte, cae a 23-2 (18 KO). Sigue sin vencer a ningún rival de primera línea. El nombre de Canelo, con quien aguantó hasta el final, ya no tiene el mismo brillo. Y su mandíbula, tras el castigo de Sheeraz, quizá no vuelva a ser la misma.
Matías sobrevive a la guerra y recupera su corona
Subriel Matías volvió al título, pero tuvo que caminar sobre fuego. En una batalla sangrienta ante Alberto Puello, se impuso por decisión mayoritaria (115-113, 115-113 y 114-114) y conquistó el cinturón WBC del peso superligero.
Puello comenzó más certero. Golpeó limpio en los primeros asaltos, especialmente con el uppercut. Matías, como siempre, avanzaba sin miedo, absorbiendo castigo y devolviendo con volumen. A partir del cuarto round, la pelea se volvió salvaje.
Matías acorraló a Puello en las cuerdas y lo obligó a ceder terreno. Puello respondió con coraje. En el séptimo, sacudió a Matías con un izquierdazo. Y en los asaltos 8 y 9, resurgió como los grandes, lanzando con precisión y velocidad renovadas. La pelea cambió de dueño.
Pero en el décimo, Puello volvió a caer en el ritmo de Matías. El boricua no dejó de caminar hacia delante, con un castigo constante que, aunque sin precisión quirúrgica, fue suficiente para inclinar las tarjetas.
Puello terminó mejor, conectando más limpio en los últimos minutos. Pero Matías ya había hecho el daño. Como él mismo dijo una vez: “No hay pelea fácil cuando estoy delante”. Ahora, con 33 años y tras perder el título de la IBF en 2024, vuelve a la cima.
En el ring, Turki Alalshikh presentó a su próximo rival: Dalton Smith. Matías vuelve a ser protagonista.
Una guerra. Un campeón. Y una división que no se detiene.
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