Jack Catterall carga con un peso que no desaparece. Desde aquella noche con Josh Taylor en 2022, cuando muchos lo vieron campeón y los jueces le negaron la gloria, su carrera vive entre reproches y promesas rotas. Pareció tener la revancha que merecía. Incluso venció a Taylor cuando se cruzaron otra vez, pero no acabó de convencer.
Luego, en uno de sus momentos más serios, derrotó a Regis Prograis y pareció renacer. Recuperó crédito. Se habló de un campeón frustrado que al fin tomaba el control de su destino. Sin embargo, todo se torció en febrero de 2025, cuando cayó ante Arnold Barboza por el cinturón mundial de la WBO en el superligero. Otra vez, Catterall vio cómo el oro se le escapaba en la pelea más importante.
Ese vaivén ha dejado huella. Su boxeo sigue siendo pulcro, zurdo, con buena lectura y un jab que castiga. Pero la chispa, el instinto para cerrar peleas, ya no brilla como antes. Ahora, con 31 años, no tiene margen para más tropiezos.
El 5 de julio, en Londres, su destino vuelve a pasar por un solo combate. Enfrente, Harlem Eubank. Un rival con menos experiencia, pero con hambre y sin la presión de demostrar nada. Harlem llega fresco, motivado, con el apellido que lo conecta al público británico, y la tranquilidad de saber que todo lo que gane es un plus.
Para Jack, no hay plan B. Otra derrota sería un golpe casi mortal para sus aspiraciones. Ya no basta con ganar por puntos y sobrevivir. Catterall necesita mandar un mensaje. Recuperar la fiereza que enseñó ante Prograis. Olvidar las dudas que le persiguen desde Taylor y que se agravaron tras perder con Barboza.
“No puedo fallar otra vez”, dijo hace unos días. Y es verdad. El margen es cero. Ni la crítica ni los promotores le perdonarían una actuación gris ante Harlem Eubank, un rival de nivel, pero no un campeón.
Londres espera un combate de tensión. Harlem puede ponerlo incómodo. Es rápido, sabe moverse, y tiene la ilusión del que quiere sorprender al mundo. Jack, en cambio, peleará con el vértigo de quien siente el reloj corriendo. Un campeón sin corona que ya ha chocado demasiadas veces contra la frustración.
El público le seguirá exigiendo. Ya no alcanza con la narrativa del “injusto perdedor”. Pasaron tres años y muchas oportunidades. La imagen de aquel combate ante Taylor se va diluyendo, y las excusas ya no sirven.
Catterall tendrá que ser protagonista desde el primer asalto. Ser agresivo. Ser claro. Y, sobre todo, ganar. Porque si Harlem Eubank logra asaltar el escenario, el “Gato” se verá fuera de las grandes carteleras y, quizás, sin otra puerta para volver a soñar con el título mundial.
La noche del 5 de julio dictará sentencia. Jack Catterall se juega su presente y su futuro. Londres volverá a mirar al chico de Chorley que un día casi lo tuvo todo y que ahora ya no puede permitirse fallar.
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