El boxeo es una suma de sacrificios y silencios. Joseph Parker lo sabe bien. El excampeón mundial regresa al O2 Arena de Londres para enfrentarse a Fabio Wardley, el hombre que, hace siete años, lo veía por televisión desde un pub. Ahora, el británico es el invicto que amenaza con dejarlo atrás.
Parker llega con 36 victorias y 24 nocauts. Ha pasado por todas las estaciones del peso pesado: la gloria de ser campeón, la caída ante Joshua y Whyte, y la reconstrucción desde la humildad. A los 33 años, aún cree que puede regresar a la cima, pero sabe que los caminos hacia el título se acaban.
Wardley, con 19-0 y 18 nocauts, representa el presente. Se formó fuera del circuito amateur, un autodidacta que ha convertido su fe en motor. “Cada paso ha sido demasiado grande, pero sigo invicto”, dijo en la previa. Su pegada es su carta de presentación, su falta de experiencia, el riesgo que Parker quiere explotar.
En el pesaje, Parker marcó 118,9 kilos, casi nueve más que su rival. “Estoy fuerte y listo para perforarlo”, afirmó. No es solo músculo: es la carga de una década persiguiendo una segunda oportunidad. Su mente está en el título, aunque sabe que el futuro no depende solo de ganar. “Nada está asegurado en el boxeo. Solo puedo controlar lo que tengo delante”, confesó.
El neozelandés ha sacrificado familia, celebraciones y tiempo. “He perdido bodas, nacimientos, cumpleaños… pero tengo el apoyo de todos. Mi hermano se casa y no podré estar allí. Él me dijo: ‘Haz lo que tengas que hacer’. Eso me da fuerza”, relató.
Wardley, la fe del invicto
A sus 30 años, Wardley vive un ascenso vertiginoso. En junio, perdía en las tarjetas ante Justis Huni, hasta que una derecha cambió su destino. “Esa mano le cambió la vida”, reconoció Parker. Su potencia es innegable y su confianza, contagiosa.
El británico no oculta su hambre. “No vengo a aprender, vengo a demostrar que pertenezco aquí”, lanzó en la ceremonia del pesaje. Su evolución constante recuerda a la del propio Parker cuando empezó a codearse con la élite.
El excampeón del mundo ha visto pasar su generación: Joshua, Wilder, Whyte, Ruiz o Joyce han subido y caído. Él sigue ahí, sin ruido, sobreviviendo al paso del tiempo. Entrena en Dublín con Andy Lee, en el mismo entorno que Tyson Fury, y mantiene la fe de quien ya ha tocado la cima.
El sábado no hay cinturón en juego, pero sí algo más profundo: la pertenencia. Si Parker vence, prolongará su camino hacia el título y demostrará que aún pertenece al club de los grandes. Si Wardley gana, confirmará el cambio de era en el peso pesado.
Dos hombres, dos generaciones y un mismo deseo: permanecer. Londres, una vez más, será el testigo.
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