Nadie regresa del todo cuando nunca se fue. Julio César Chávez Jr. vuelve a pelear este sábado 28 de junio. Lo hará en Anaheim, en el Honda Center, frente a Jake Paul. Un youtuber. Un boxeador. Un hombre de redes frente a otro de linaje. Pero lo de Chávez no es solo una pelea. Es un ajuste de cuentas con él mismo.
A sus 39 años, el hijo del gran campeón mexicano reaparece con más dudas que promesas. Hace más de una década que dejó atrás su mejor versión. Fue en 2012 cuando tocó el cielo con las manos, con el cinturón del WBC en la cintura y una pegada que, por momentos, asustaba. Ganó a Peter Manfredo Jr., a Marco Antonio Rubio, a Andy Lee. Incluso puso en aprietos a Sergio “Maravilla” Martínez. Después de eso, todo se volvió bruma.
Chávez no solo perdió combates. Perdió años, peso, dinero, reputación. Fue detenido por posesión de armas, ingresó en clínicas de rehabilitación, protagonizó escándalos mediáticos y desapareció durante largos periodos. En 2024 prometió que estaba limpio. Que esta vez era de verdad. Que había tocado fondo.
Ahora regresa frente a un rival que muchos aún no consideran real. Jake Paul suma once peleas profesionales, millones de seguidores y una fe inquebrantable en su negocio. Ha vencido a luchadores de MMA, veteranos y nombres retirados. Pero ahora busca algo distinto. Quiere añadir a un excampeón del mundo a su vitrina de trofeos.
Chávez Jr. aceptó sin rodeos. Dijo que le gustó la idea, que el combate llega en el momento justo. Y fue más allá: si pierde, no cobrará la bolsa y se retirará del boxeo. Sin vuelta atrás. Sin excusas.
Paul, por su parte, ha prometido humillarle. Dice que lo ve acabado. Que es uno más. Pero Chávez, por muy deteriorado que esté, sigue siendo peligroso. Tiene experiencia, manos pesadas y la furia de quien siempre fue juzgado con lupa.
El combate está pactado a diez asaltos en peso crucero, en directo por PPV a través de DAZN. La edad, la preparación y el enfoque separan a ambos. Paul entrena con obsesión. Vive para esto. Chávez intenta volver a ser quien fue.
Hay algo trágico en cada regreso de Chávez Jr. Como si el apellido pesara más que los guantes. Como si el boxeo fuera una condena más que una elección. Ha sido invicto, campeón, promesa, decepción, meme. Hoy vuelve a ser incógnita.
La verdadera pregunta no es si podrá vencer a Paul. Es si podrá vencerse a sí mismo. Porque su historia no habla de derrotas técnicas, sino de abandono, de caos, de autoexilio. Porque ya no basta con estar limpio. Hay que estar entero.
Jake Paul quiere usar a Chávez para reforzar su narrativa de campeón moderno. Chávez Jr. quiere usar a Paul como trampolín para una redención definitiva. Lo que ocurra en el ring no decidirá solo un ganador. Puede marcar el epílogo de una carrera que nunca supo encontrar su centro.
Queda poco margen para el error. Queda solo una última llamada.
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