En un deporte que rara vez perdona los años y menos aún las derrotas, Mari Romero se ha convertido en la excepción que resiste con uñas, corazón y una voluntad de acero. A punto de cumplir 40 años (1 de agosto), la púgil murciana volverá a subir al ring este sábado 21 de junio, en Roma, para enfrentarse a la italiana Stephanie Silva por el título WBC Silver del peso supermosca. Lo hará en silencio, sin grandes focos mediáticos, pero con la fuerza de quien pelea no solo por un cinturón, sino por la dignidad de un sueño que se niega a morir.
Nacida en Puerto Lumbreras, Romero no eligió el boxeo como vía de escape, sino como forma de afirmación. Su debut profesional en 2015 fue más una declaración de principios que un resultado: perdió, sí, pero encontró algo aún más valioso —la certeza de que podía resistir. Desde entonces, ha construido una carrera a contracorriente, avanzando a fuerza de constancia y amor propio. Sin padrinos. Sin atajos. Solo con trabajo.
Campeona de España en 2019, campeona de Europa en 2020, retadora mundialista en 2023 y 2024. Cada cinturón que ha peleado y cada combate que ha asumido ha tenido el mismo propósito: acercarse un poco más al sueño de ser campeona mundial absoluta. En Londres cuando cedió el Europeo tras ser despedida de su trabajo de vigilante de seguridad por ir a pelear, en Estambul, en Copenhague… Romero ha dado la cara en escenarios adversos, ante rivales locales, con promesas del boxeo en ascenso frente a ella. Ha ganado y ha perdido, pero siempre ha vuelto.
En su última aparición, el pasado mes de marzo, venció por decisión a la colombiana Nathalia Arango. Esa victoria, tan sólida como simbólica, fue su forma de gritar que aún tiene gasolina. Y que si su cuerpo responde, su ambición no conoce fecha de caducidad.
Ahora le espera Stephanie Silva, una púgil italiana de 30 años, con un récord de 9 victorias y una sola derrota. Es más joven, más rápida y llega como favorita en el papel. Pero Romero ha aprendido que en el cuadrilátero no siempre gana la más fuerte, sino la que más cree. La que más ha caído y se ha levantado. La que ha aprendido a pelear, incluso cuando no hay razones para seguir peleando.
El WBC Silver Supermosca no es un cinturón menor: abre la puerta a una pelea por el título mundial absoluto. Y Romero lo sabe. Esta será su cuarta tentativa por escalar hasta lo más alto del boxeo femenino. Podría ser la última, pero también podría ser la consagración. Lo que está claro es que ella no se rinde. No lo hizo cuando debutó con derrota, ni cuando perdió en Londres, ni cuando cayó ante Dina Thorslund en Dinamarca. No lo hará ahora.
A Mari Romero le han dicho muchas veces que ya no está para esto. Que el boxeo es terreno de juventud y de promesas. Pero ella ha respondido en el único idioma que conoce: el de las manos cerradas, los pasos firmes y el corazón abierto. Su legado, gane o pierda en Roma, ya está escrito. Es el de una mujer que luchó contra todo y contra todos, incluso contra el tiempo.
Y mientras el reloj avanza, Mari sigue soñando con los puños en alto. Porque hay batallas que no se libran por títulos ni contratos. Se libran por lo que somos cuando nadie nos ve. Por lo que amamos. Por lo que no estamos dispuestos a dejar atrás. Mari Romero pelea, sí. Pero sobre todo, persiste.
No te pierdas ninguna de las Noticias de Boxeo en KO a la Carrera, la web de boxeo y MMA. Cada día toda la información de UFC en español y de las artes marciales mixtas en nuestra web. ¡Deja tus comentarios!