Nick Ball camina por Riad con la presión de un legado en su espalda. No es solo una noche de defensa de título. Lleva en la cintura una racha que empezó cuando él ni siquiera había nacido. Si pierde ante Sam Goodman, el Reino Unido despertará sin un campeón mundial por primera vez en 37 años.

Ese dato se cuela en cada conversación previa al combate. No es un capricho estadístico. Es un hilo que se ha mantenido tenso desde finales de los ochenta, cuando un golpe cambió el curso de la historia del boxeo británico.

El 29 de marzo de 1988, Lloyd Honeyghan recuperó el título wélter del WBC. Lo hizo en Wembley, noqueando en el tercer asalto a Jorge Vaca. Había perdido esa corona cinco meses antes, el 28 de octubre de 1987, en una decisión técnica dividida que cortó su reinado.

Entre ambas fechas transcurrieron 153 días sin que un británico tuviese un título mundial. Aquella victoria de Honeyghan rompió la sequía y desde entonces siempre hubo, al menos, un campeón del Reino Unido en activo.

Poco después, Duke McKenzie añadió una nueva corona para el país al proclamarse campeón mundial mosca de la IBF el 5 de octubre de 1988. Desde entonces, la lista de campeones fue creciendo y diversificándose en peso y estilo.

Llegaron los años noventa con Nigel Benn y Chris Eubank, los grandes combates en los supermedios y el reinado de Lennox Lewis en los pesados. Luego, la era de Joe Calzaghe, invicto y dueño del supermedio durante más de una década.

Más tarde aparecieron Amir Khan, Carl Froch, Ricky Burns y, en la última década, los pesados de lujo: Tyson Fury y Anthony Joshua. Hubo también figuras como Josh Taylor, que se coronó indiscutido en el superligero.

En 2016, el país alcanzó su punto más alto: más de diez campeones mundiales simultáneos. Los títulos estaban repartidos por varias divisiones y parecía imposible imaginar un futuro sin representantes en la cima.

Ese futuro está ahora a una sola pelea de hacerse real. Ball, de Liverpool, se coronó campeón mundial el 1 de junio de 2024 en Riad, superando por decisión dividida a Raymond Ford. Desde entonces ha defendido su cinturón en dos ocasiones, ambas con final en el décimo asalto ante Ronny Ríos y TJ Doheny.

Su boxeo es de presión continua, golpes en ráfaga y un instinto para acortar las distancias que ha llevado a compararlo con un “mini Mike Tyson”. No es de especular: avanza, golpea y somete hasta que el rival cede.

Sam Goodman, su rival este 16 de agosto en el Kingdom Arena de Riad, llega invicto en 20 peleas. Ha hecho carrera en el supergallo, pero ha decidido subir a pluma para buscar un título y, de paso, romper una tradición que ya es parte del ADN del boxeo británico.

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