Manny Pacquiao no ganó, pero tampoco perdió. Y eso, en 2024 y con 46 años, ya es una hazaña. En su regreso al ring tras cuatro años de ausencia, el excampeón mundial filipino se midió de tú a tú con el vigente monarca del peso wélter del WBC, Mario “El Azteca” Barrios, y logró un empate mayoritario en el MGM Grand Garden Arena de Las Vegas.
La noche fue eléctrica. La atmósfera, épica. Pacquiao se presentó como lo había prometido: ágil, afilado y decidido a no ser una sombra de sí mismo. Desde el primer asalto marcó el ritmo con su conocido estilo: giros, amagos, ráfagas de golpes, piernas vivas. Por momentos parecía un espejo del joven que asombró al mundo dos décadas atrás.
Barrios, 17 años más joven, fue superado en la iniciativa durante buena parte de la pelea. El de San Antonio se mostró respetuoso, incluso contenido, mientras el público –mayoritariamente filipino– rugía con cada destello de su héroe. En el segundo asalto, una caída accidental tras un doble jab avivó aún más el entusiasmo, aunque no contó como knockdown.
Pacquiao ganó terreno en los primeros asaltos, con combinaciones rápidas y ataques en ángulo. Barrios conectaba algunos jabs, pero le costaba imponer su físico y su juventud. La pelea avanzaba con ritmo alto y con el “Pacman” cada vez más cómodo. En el octavo round, una serie de ganchos de izquierda levantó a todo el estadio, en la que fue, probablemente, su mejor secuencia de la noche.
Pero Barrios no se rindió. En los tres asaltos finales sacó carácter y apretó el paso. Conectó más, se mostró más agresivo y logró cerrar fuerte, lo que le permitió nivelar las tarjetas. Los jueces entregaron dos empates a 114-114 y una ventaja mínima de 115-113 para Barrios. El empate mantenía el cinturón en sus manos.
“Pensé que gané la pelea. Fue cerrada, pero trabajé duro y me sentí bien”, dijo Pacquiao. Y lo cierto es que, aunque no tuvo la pegada devastadora de antaño, ni el ritmo inagotable de sus mejores días, sí mantuvo intacto el orgullo competitivo. Su boxeo sigue siendo un rompecabezas difícil de descifrar. “Su energía es increíble. Aún es fuerte, rápido y muy incómodo”, reconoció Barrios.
El combate fue parejo en números: Pacquiao conectó más golpes de poder (81 a 75), Barrios lideró en jabs (45 a 20). Pero más allá de las estadísticas, el duelo fue una celebración del espíritu del boxeo. Una batalla entre generaciones. Un homenaje en vida a una leyenda que se resiste a apagarse.
Barrios retuvo su título, pero Pacquiao se llevó el respeto unánime. Su retorno fue más que digno. Fue emocionante, competitivo y valiente. El propio Barrios no dudó en abrir la puerta a un segundo capítulo: “Claro que haría la revancha. Esto fue grande para el boxeo.”
Pacquiao, por su parte, ya piensa en volver a entrenar. Asegura que su preparación comenzó tarde por la campaña electoral, pero que tiene gasolina para más. “Quiero dejar un legado y hacer sentir orgulloso a mi pueblo”, afirmó. Y a juzgar por lo visto en Las Vegas, aún le queda algo en el tanque.
No fue una victoria oficial. Pero fue, sin duda, una noche ganada para la historia.
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