Cuando el tañido de campana retumbe en el Madison Square Garden, Katie Taylor y Amanda Serrano verán cómo empieza el tercer combate entre ambas. Será el primer asalto en número, pero vigesimoprimero en nuestra cabeza. Nadie olvidará las dos guerras que nos regalaron. En juego estarán los Mundiales WBC, WBA, IBF y WBO del superligero, pero hay mucho más. El legado. Serrano, tras dos derrotas, no puede perder si quiere pensar en ser la mejor de la historia. Lleva la batalla perdida, pero por lo ajustado de los capítulos anteriores todo se puede voltear en el pabellón de los pabellones.

La rivalidad más grande en la historia del boxeo femenino está a punto de escribir su último capítulo. Katie Taylor, invicta en este duelo particular, y Amanda Serrano, herida pero aún temible, volverán a encontrarse el 11 de julio en el mismo escenario que elevó su leyenda: el Madison Square Garden de Nueva York.

No es una simple pelea. Es un ajuste de cuentas con la historia. Taylor ganó la primera en 2022, por decisión dividida, en una guerra que cambió la percepción del boxeo femenino para siempre. Volvieron a cruzarse en 2024, esta vez en Irlanda, y la irlandesa volvió a salir con la mano en alto, también por la mínima. Serrano, que nunca bajó los brazos, aún grita revancha.

Ambas llegan con caminos distintos. Taylor ha tenido que sobrevivir a su propio cuerpo. El paso de los años pesa, pero su talento no se ha desvanecido. Sigue siendo cerebral, rápida, resistente. Sigue sabiendo ganar.

Serrano, en cambio, ha peleado contra todo. Contra rivales, contra la industria, contra la opinión pública. Es la boxeadora más condecorada de todos los tiempos en títulos por divisiones, pero le falta la firma dorada. Ese triunfo que le permita cerrar el círculo y decir: fui la mejor, incluso por encima de Katie.

No hay margen para la derrota. Taylor pelea por cerrar su legado invicta ante su gran rival. Serrano, por no irse sin su gran victoria. Las dos lo saben. Por eso, cuando suene la campana, el respeto mutuo quedará a un lado. Habrá fuego.

Será una noche solo de mujeres. Pero en ese instante, con Nueva York de pie, será una noche de historia. De leyendas que se encuentran una vez más, con todo por perder y aún más por ganar.

Porque si hay algo que ambas han demostrado, es que no necesitan adornos para emocionar. Solo necesitan guantes, corazón y 36 minutos para recordarnos por qué este deporte también les pertenece.

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