Alex Pereira no busca el nocaut. Lo encuentra. Y cuando lo hace, no hay escapatoria. En Las Vegas, el brasileño volvió a demostrar que su poder no entiende de guiones. Solo necesitó un minuto y veinte segundos para silenciar a Magomed Ankalaev y defender, otra vez, su corona del peso semipesado.
Salió al octágono como si tuviera cuentas pendientes. En la previa, había dicho que en su primera pelea con Ankalaev no estaba en condiciones físicas ni mentales óptimas. Que esta vez sí. Y bastaron dos combinaciones para demostrarlo. “Poatan” avanzó con la serenidad de un francotirador. Rectos al cuerpo, patadas interiores y un derechazo que hizo retroceder al ruso.
Ankalaev intentó reaccionar con un derribo desesperado. Pereira lo frenó, lo empujó contra la lona y descargó una tormenta de golpes y codos. El ruso no cayó, pero tampoco respondió. Herb Dean paró la pelea. El brasileño, impasible, levantó el puño. Todo había terminado antes de empezar.
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— UFC Español (@UFCEspanol) October 5, 2025
Después, el campeón cambió el tono. “La venganza es un veneno”, dijo. Pidió un minuto de silencio por Arthur Jones, hermano del excampeón Jon Jones. Un gesto solemne en medio del rugido del público. Pereira, una vez más, demostró que su historia va más allá de los nocauts: está construida sobre redención, mística y respeto.
Su estilo parece haber alcanzado un punto de madurez total. No espera el error: lo provoca. Y lo hace con una frialdad que desconcierta. Cada pelea suya es una lección de contundencia. Esta vez era especial. Perder el título fue un golpe duro, pero sólo necesitó 80 segundos para recordar su status. Dejó claro que con su pegada, los golpes más simples pueden ser los más devastadores.
Ahora el horizonte vuelve a abrirse. En la misma noche, Jiri Prochazka regresó al caos para vencer por nocaut a Khalil Rountree en el tercer asalto. Fue una guerra. Prochazka sangró, se tambaleó, pero nunca se rindió. “Cuando llega la guerra de sangre, hay que estar presente”, dijo tras el combate. El público lo ovacionó como a un viejo samurái.
Prochazka cree que ha hecho lo suficiente para ganarse otra oportunidad por el título. Y, en efecto, Pereira vs. Prochazka III es una posibilidad que huele a épica. Dos mentalidades opuestas, dos formas de entender el combate: el caos como método y la precisión como destino. Aunque también asoma Carlos Ulberg, el neozelandés que muchos ven como el heredero natural del trono. No hay que olvidarse del peso pesado. Es un opción real.
Sea quien sea el siguiente, una cosa está clara: Alex Pereira reina en un reino de fuego. Y mientras siga encendiendo el octágono, la historia de UFC se seguirá escribiendo a su ritmo —el ritmo de un nocaut.
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