El Centre Bell de Montreal fue testigo de una de esas noches que quedan grabadas en la memoria de los aficionados. UFC 315 no fue un evento más; fue el escenario de cambios drásticos, de historias que se cierran y de nuevos capítulos que comienzan a escribirse. La consagración de Jack Della Maddalena como nuevo campeón mundial del peso wélter no solo reescribió la historia de la división, sino que alteró los planes de la organización y de varios de sus principales protagonistas.
El australiano se enfrentó a un sólido Belal Muhammad, quien defendía su cinturón con la confianza de quien ha sobrevivido a las pruebas más duras del octágono. Pero esa noche, en Canadá, Muhammad se encontró con un rival en estado de gracia. Della Maddalena desplegó un boxeo limpio, preciso y contundente, desgastando a Muhammad asalto tras asalto. Aunque no llegó el nocaut, su superioridad fue tan clara que los jueces no dudaron en otorgarle una victoria por decisión unánime. El marcador fue rotundo: 49-46 y dos tarjetas de 48-47.
El nuevo campeón no tardó en encender los focos de la polémica. Micrófono en mano y aún con la adrenalina recorriéndole el cuerpo, lanzó un desafío directo: quiere medirse a Islam Makhachev. El actual monarca del peso ligero lleva tiempo coqueteando con la idea de subir de categoría, y este resultado podría precipitar ese salto. La noticia cayó como un jarro de agua fría para quienes esperaban ver a Makhachev enfrentarse a Ilia Topuria en un combate de superestrellas. Con el ruso mirando ahora hacia el peso wélter, ese cruce con el campeón español queda, de momento, en suspenso.
La acción continuó con la defensa del título del peso mosca femenino. Valentina Shevchenko, dueña y señora de la división, volvió a demostrar por qué es una de las mejores peleadoras de todos los tiempos. Su rival, la francesa Manon Fiorot, llegaba invicta en UFC y con el sueño de destronar a la campeona, pero se topó con una Shevchenko serena, estratégica y con la precisión quirúrgica de siempre.
Aunque Fiorot fue valiente y mantuvo la pelea competitiva, la kirguisa impuso su experiencia en los momentos clave. Cada intento de ofensiva de la francesa fue respondido con dureza, y en el terreno de la lucha, Shevchenko controló el combate a placer. Tras cinco asaltos intensos, los jueces decretaron una decisión unánime en favor de la campeona, que retuvo su cinturón y dejó claro que, por ahora, no habrá cambio de guardia en la división mosca.
El momento más emotivo de la noche llegó con la despedida de una leyenda: José Aldo. El excampeón de peso pluma, uno de los nombres más grandes de la historia del MMA, disputó su última pelea frente al canadiense Aiemann Zahabi. El combate, que en principio iba a celebrarse en peso gallo, se disputó finalmente en peso pluma tras complicaciones en el corte de peso del brasileño.
Aldo mostró destellos de su grandeza, pero los años no pasan en vano. Zahabi, más fresco y con mayor ritmo, se llevó la victoria por decisión unánime en un combate que tuvo sabor a despedida desde el primer segundo. Al concluir, Aldo dejó sus guantes en el centro del octágono, símbolo universal de retiro en el deporte, y se dirigió al público con los ojos vidriosos. “Gracias por todo lo que me dieron. Me llevo recuerdos imborrables. Es tiempo de dedicarme a mi familia y cerrar este capítulo con la cabeza en alto”, pronunció entre aplausos y lágrimas, poniendo punto final a una de las carreras más brillantes que haya visto la jaula de UFC.
Así se cerró una noche que lo cambió todo. Un campeón nuevo que apunta alto, una reina que sigue en su trono y un guerrero eterno que cuelga los guantes. UFC 315 fue el perfecto recordatorio de que, en las artes marciales mixtas, nada está escrito… y lo mejor, siempre, está por venir.
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