Hubo un tiempo en que Amanda Nunes era más que una campeona. Su figura trascendía divisiones y géneros, y su nombre aparecía junto al de los hombres más reconocidos del deporte. Con su fuerza devastadora, con la serenidad de quien sabe que camina sobre la historia, Nunes convirtió cada defensa en un acontecimiento global. Su retirada dejó un silencio difícil de llenar. El brillo del octágono femenino perdió parte de su luz.
El salto de Weili Zhang
En medio de ese escenario, la UFC mueve ficha. La primera pieza del nuevo tablero se colocará en el UFC 322, con Weili Zhang subiendo al peso mosca para enfrentarse a Valentina Shevchenko. La china, después de barrer el peso paja, decide dejar atrás un trono conquistado para buscar otro. Al otro lado espera Shevchenko, que recuperó el cinturón y lo defendió para recordar que sigue siendo la dueña del 125. Se trata de una superpelea legítima, el vértigo de Weili contra la precisión quirúrgica de Valentina, un duelo de estilos y generaciones que pone al mosca en el centro de todas las miradas.
El anuncio que sacudió la conversación, eso sí, había llegado antes. Amanda Nunes vuelve. Lo hará para enfrentarse a Kayla Harrison, la judoka olímpica que conquistó el cinturón del peso gallo al someter a Julianna Peña en el UFC 316. El combate entre ambas no es un simple cruce de campeona y retadora. Es la representación de un choque de eras. Nunes regresa para recordar quién fue la reina indiscutida; Harrison, con la ambición de construir su propio legado, quiere demostrar que el futuro ya está aquí.
Lo que necesita la división femenina
La UFC llevaba tiempo necesitando este tipo de historias. Combates que no solo llenen arenas, sino que se cuelen en titulares y conversaciones más allá del deporte. Weili contra Valentina ofrece grandeza técnica. Nunes contra Harrison devuelve la sensación de acontecimiento, de pelea que puede cambiar el rumbo de toda una división. Son relatos que reavivan el peso mediático del MMA femenino, que rescatan la voz profunda de los años en los que Nunes era tan conocida como cualquiera de los campeones masculinos.
El peso paja se reorganiza con nuevas protagonistas, el mosca se enciende con el choque de dinastías y el gallo se prepara para recibir a una leyenda que vuelve a mirar a los ojos a la historia. El futuro inmediato del octágono femenino está lleno de símbolos. En pocos meses, la UFC femenina pasará de la incertidumbre al renacimiento. Y quizás, en esa transición, recupere lo más importante: la sensación de inevitabilidad, la certeza de que lo que está por venir marcará época.
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