El sábado por la noche en UFC Vancouver dejó una de esas escenas que descolocan a los aficionados. No por un nocaut espectacular ni por una sumisión inesperada, sino por algo mucho más inusual: un entrenador que decide detener la pelea de su propio luchador.
En la esquina de Reinier De Ridder, ex campeón de ONE Championship, el silencio dio paso a la sorpresa. Tras cuatro asaltos duros frente a Brendan Allen, su entrenador Harun Ozkan le comunicó que no saldría al quinto round. Lo hizo sin dramatismos, sin consultar al público ni al árbitro. Simplemente, lo detuvo.
La imagen recorrió el mundo. En un deporte donde los peleadores son admirados por resistir hasta el último golpe, la decisión de Ozkan fue tan valiente como polémica.
Horas después, el entrenador neerlandés rompió el silencio. Lo hizo desde la cuenta de Instagram de su gimnasio, Combat Brothers, donde publicó una carta dirigida a los aficionados.
“Amigos, fans y seguidores: normalmente no comparto cosas personales aquí, pero sentí que debía dar una pequeña explicación a todos los que nos apoyan”, comenzó.
Ozkan relató que la pelea no se desarrolló como habían planeado. “Tuvimos un gran comienzo en el primer asalto, pero las cosas se complicaron pronto. Los golpes del segundo round marcaron un antes y un después, y ya no pudimos recuperarnos completamente”.
Fue entonces cuando tomó la decisión. “Paré la pelea después del cuarto asalto. Asumo toda la responsabilidad y sé que fue la decisión correcta en ese momento. No era algo que quisiera hacer, pero a veces hay que hacerlo”.
Sus palabras reflejaron una filosofía poco habitual en el MMA moderno, donde la resistencia física suele confundirse con heroísmo. “Mi trabajo es entrenar, pero también cuidar la salud de mi peleador. He estado con Reinier casi toda su carrera, y vi demasiadas señales que me hicieron intervenir. Si no lo hacía, él habría continuado”.
“Preferí detener la pelea antes de que sufriera daño innecesario. Es mejor volver a casa sano y listo para pelear otro día”, concluyó.
Un gesto poco común en la UFC
En el boxeo, detener un combate desde la esquina es una práctica conocida, aunque dolorosa. Pero en la UFC, casi nunca sucede. Los peleadores suelen continuar incluso en situaciones límite, empujados por el orgullo o la presión del momento.
Por eso, lo de Ozkan no solo fue una decisión táctica, sino una declaración de principios. “No me importa agradar a los demás si eso pone en riesgo la salud de alguien”, escribió. “Hay una línea muy fina entre ser duro y cuidar tu integridad. Este deporte puede ser brutal”.
Sus palabras resonaron más allá del resultado. En una disciplina donde la gloria suele medirse por el castigo soportado, Ozkan recordó algo esencial: “Estos chicos sacrifican mucho dentro y fuera de la jaula. No hay necesidad de más daño si puede evitarse. La gente olvida que también son humanos”.
De Ridder, que no se ha pronunciado públicamente, fue superado por Brendan Allen en un combate físico y exigente. Su entrenador dejó claro que la derrota no cambia la perspectiva de su equipo. “No hay excusas. Sabíamos lo que arriesgábamos. No estamos satisfechos con el resultado, pero ahora toca recuperarse, evaluar y volver el próximo año”.
El mensaje final de Ozkan fue tan emotivo como firme: “Estoy orgulloso de ti, hermano. Hemos recorrido un largo camino juntos. Gracias a todos por el apoyo constante. Esto no es el final, es parte del viaje”.
En un deporte en el que los héroes suelen medirse por su resistencia, Harun Ozkan eligió otro tipo de coraje: el de proteger. Su decisión dividió opiniones, pero también abrió un debate sobre los límites del sacrificio.
Esa noche en Vancouver, mientras los focos se apagaban, un entrenador recordó al mundo que las victorias pueden esperar. La salud, en cambio, no.
Y tal vez, con ese gesto, Harun Ozkan haya firmado la enseñanza más importante de toda la velada.
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